viernes, 1 de abril de 2011

La colaboración entre los Estados fascistas

Una política muy semejante a la alemana estaba practicando la Italia fascista. Las ansias imperiales de Mussolini se habían hecho realidad con la conquista de Etiopía (abisinia) entre 1935 y 1936. La Sociedad de Naciones a instancias del Reino Unido, condenó la intervención italiana con sanciones financieras y económicas, hecho que provocó el acercamiento de Italia a Alemania frente a las democracias y el abandono de la Sociedad de Naciones. Italia, también amplió sus límites a Libia.

Alemania dejó de estar aislada en Europa y retomó la iniciativa. En 1936 Hitler ordenó la ocupación de la zona desmilitarizada de la Renania, en la frontera con Francia, algo que nuevamente violaba los acuerdos establecidos en el Tratado de Versalles. El gobierno francés se planteó emprender acciones militares contra Alemania, pero Gran Bretaña no apoyó esta iniciativa. Ante estos hechos, las democracias habían dejado pasar la ocasión de detener a Hitler, y la debilidad que demostraban contrastaba con la agresividad y los éxitos nazis.

Las potencias europeas aceptaron la situación y, en cierto modo, subestimaron la capacidad militar alemana. La pasividad de las democracias fue claramente percibida por Hitler y Mussolini como una prueba de debilidad ante una política de hechos consumados.

El estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936 puso una vez más en evidencia la debilidad de las democracias occidentales. En agosto se logró un acuerdo de no intervención que fue firmado por 25 países, entre los cuales estaban Alemania, Italia y la URSS. El acuerdo, como todos sabemos, pronto se convirtió en un “papel mojado”, pues la Alemania nazi y la Italia fascista ayudaron con tropas y material bélico a los militares sublevados contra el régimen legítimo establecido, la república, la cual, recibió la ayuda de la URSS con armas y técnicos.

Por otra parte, la Guerra Civil Española (1936-1939) facilitó la alianza entre Hitler y Mussolini que, en octubre de 1936, forjaron una alianza bautizada como el “Eje Roma-Berlín”. Poco después, en noviembre, Alemania y Japón firmaron el Pacto Antikomintern contra la URSS, al que se adhirieron Italia y la España de Franco en 1937. De esta manera, Alemania iba construyendo un sistema de alianzas con las naciones de ideologías similares.

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