Reforzados los lazos entre Alemania, Italia y Japón, Hitler tomó la iniciativa a finales de 1937. El temor de las democracias a la guerra les llevó a una política de apaciguamiento, que intentaba evitar la guerra haciendo determinadas concesiones que “calmaran” a los dictadores.
Desde 1937 hasta 1939, año del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Alemania llevó a cabo la ampliación de sus fronteras por la fuerza, lo que provocó el estallido de la contienda.
A fines de 1937, Hitler planeó una serie de acciones que permitirían al Reich la incorporación de algunos territorios fuera de sus fronteras, territorios que, a pesar de estar poblados por germanos, nunca habían pertenecido a Alemania. Se trataba de Austria y de la región de los Sudetes, en Checoslovaquia.
Estos planes expansionistas de Hitler, fueron recogidos en el famoso protocolo Hossbach. El dictador planteó que para conseguir la autarquía y el rearme era necesario aplicar drásticamente la idea del “espacio vital”: Alemania necesitaba nuevos territorios para satisfacer las necesidades de materias primas para su industria bélica y alimentos para su población. En esta política expansionista estaba previsto el recurso a la guerra.
Tras los éxitos diplomáticos de Hitler y ante la débil respuesta de las democracias occidentales, en marzo de 1938 el ejército alemán entró en Austria y Hitler proclamó el Anschluss, o incorporación de Austria al Reich, hecho expresamente prohibido por el Tratado de Versalles. Esta nueva vulneración del tratado obtuvo una escasa protesta internacional. Acto seguido, Hitler anunció la celebración de un plebiscito que ratificó la anexión de Austria al Reich. La unión con Alemania tuvo el apoyo del 99,73% del electorado. Si bien el resultado no fue manipulado, sí lo había sido todo el proceso electoral. Para empezar, no había voto secreto y la papeleta se tenía que rellenar delante de los oficiales de las SS para entregársela después a estos en sus manos, en lugar que el elector la introduzca en una urna. En dicha papeleta aparecía al centro un círculo muy grande donde poner "sí", y otro más pequeño a la derecha donde poner "no", incitando claramente el voto a favor de los nazis. Además no hubo campaña posible a favor del "no".
El paso siguiente fue Checoslovaquia por la cuestión de los alemanes en los Sudetes, una región rica en minas e industrias. La población germana constituía una minoría que la propaganda nazi presentaba como perseguida por las autoridades checas. El partido pronazi Partido Alemán de los Sudetes reclamó su anexión al II Reich. Las amenazas de Hitler de intervenir surtieron efectos, concentró soldados en la frontera y exigió la incorporación de la región a Alemania. Checoslovaquia se opuso evidentemente a ceder esta región a Alemania, y contó con el apoyo de Francia. Sin embargo, nuevamente las democracias occidentales respondieron débilmente a esta amenaza.
A instancias de Mussolini se reunió la Conferencia de Munich, en septiembre de 1938, en la que participaron Italia, Alemania, Gran Bretaña y Francia. El acuerdo de Munich fue un triunfo total para Hitler, ya que los formantes del acuerdo final aceptaron la incorporación de los Sudetes al Reich. Logró además evitarse la guerra, que era lo que querían las democracias occidentales, pero fue a costa de nuevos éxitos nazis.
A pesar de todo esto, la cuestión checoslovaca no va acabar aquí. Pocos meses después el ejército alemán invadió Checoslovaquia en marzo de 1939 dividiendo el país: las regiones de Bohemia y Moravia se convirtieron en un protectorado alemán, mientras que Eslovaquia alcanzaba la independencia como país satélite de Alemania. Con este hecho, Hitler demostró que la creación de la Gran Alemania no satisfacía sus deseos expansionistas. Con la anexión de poblaciones no alemanas comenzaba la conquista del “espacio vital”. Del mismo modo, la anexión de Checoslovaquia puso en evidencia el estrepitoso fracaso de la política de apaciguamiento practicada por Reino Unido y Francia.
Vídeo
No hay comentarios:
Publicar un comentario